El primer contacto de un(a) niño(a) con el pediatra se da apenas comienza a respirar. En la sala de maternidad es evaluado(a) integralmente para descartar cualquier problema inconveniente, ya sea congénito o derivado del propio trabajo de parto.
Pero pese a ser exhaustivo, esa evaluación no permite medir por completo la adaptación del recién nacido a su nuevo ambiente. Por esta razón es imprescindible una primera visita al pediatra a los pocos días después de salir del centro médico.
Es aconsejable agendar la primera consulta con el especialista pediátrico entre el quinto y el décimo día posterior al nacimiento. En esa cita se llevarán a cabo exámenes para evaluar el estado de salud general de la guagua y se elaborará su historial clínico.
Tras la primera visita se debe acudir al pediatra mensualmente durante los primeros seis meses de vida. Este período es crucial, ya que se producen múltiples cambios en el organismo del infante que requieren la supervisión de un profesional.
En la segunda mitad del año, es posible espaciar las visitas cada dos meses, siempre y cuando no se manifieste ninguna problemática de salud.
Luego de cumplir el primer año de vida, las consultas al pediatra se pueden realizar cada tres meses. Posteriormente, desde el segundo hasta el quinto año, se aconseja programar visitas semestrales al especialista.
A partir de los 5 años, una consulta de rutina anual será suficiente para monitorear el desarrollo del niño.
Motivos para llevar a un(a) niño(a) al pediatra
Los padres se enfrentan a un mar de preocupaciones cuando se trata de cuidar a su bebé. En gran medida, esto se debe a que ya no cuentan con el respaldo del personal capacitado que tenían en la sala de maternidad.
Al encontrarse solos en casa, los padres tienden a buscar consejos entre personas cercanas a ellos, quienes, a pesar de tener buenas intenciones, podrían brindar recomendaciones poco acertadas. Esto puede generar nuevos problemas en el recién nacido. Lo mismo ocurre cuando se buscan consejos poco confiables en Internet.
Por lo tanto, la mejor opción siempre es contar con la asesoría de un pediatra, quien desde la primera consulta podrá aclarar las dudas y anticipar las diversas situaciones a las que se enfrentarán. No solo es un médico encargado de tratar enfermedades, sino también un guía en la educación de los padres en cuanto a los cuidados de su hijo.
Existen síntomas que deben ser señales de alerta para llevar a un niño o niña a una consulta con el pediatra.
Llanto: es una forma natural de comunicación de las guaguas cuando tienen necesidades vitales o malestares como hambre, frío, calor, sed o pañales sucios. Puede constituir un motivo de consulta si no se calma con ningún método usual, como el pecho, cargarlo en brazos o el chupete. Asimismo, un llanto inusual o un llanto apagado, débil o extraordinariamente agudo, deben ser evaluados por un médico.
Cambios de humor: un bebé contento y tranquilo es improbable que esté enfermo o, en caso de estarlo, la situación no suele ser grave. Sin embargo, si el niño se muestra muy apagado, triste o excesivamente somnoliento, se recomienda buscar la atención de un experto.
Apetito: si una guagua se cansa fácilmente de mamar o pierde interés en la lactancia o en la alimentación, es posible que requiera ser evaluado por un pediatra. Además, el vómito también constituye una señal de alerta.
Deposiciones: un bebé sano debería mojar alrededor de seis pañales al día y mantener un patrón deposicional regular. Si la «guatita» del bebé no está tensa, se siente bien y se alimenta adecuadamente, no debería haber motivo de preocupación. No obstante, si el bebé deja de orinar durante más de 12 horas o presenta heces de color blanco, negro o con sangre, es necesario llevarlo al pediatra.
Dificultad respiratoria: si el bebé experimenta fatiga al respirar o muestra dificultades respiratorias, es imprescindible buscar ayuda de manera inmediata.
Fiebre: es un indicio de que algo no va bien. Pero en general, la fiebre por sí sola no suele ser motivo de preocupación. Un bebé puede tener una fiebre leve y estar gravemente enfermo, o tener una fiebre alta y una enfermedad leve. Sin embargo, hay algunas situaciones en las que es necesario buscar ayuda médica de inmediato.
Si el bebé tiene menos de tres meses de edad, si la fiebre no disminuye con los medicamentos para bajarla o si el niño muestra signos de malestar, es crucial acudir al servicio de urgencias pediátricas.
Por otro lado, si el bebé tiene más de tres meses, presenta fiebre pero se encuentra en buen estado general, está contento y la fiebre va disminuyendo con los medicamentos habituales, se recomienda observarlo durante un día para detectar la presencia de otros síntomas y luego consultar con el pediatra.
Es importante recordar que la fiebre es un síntoma de que algo está ocurriendo en el cuerpo de la guagua y no debe ignorarse por completo.
Aunque en muchos casos no es motivo de alarma, es fundamental prestar atención a otros signos y síntomas que puedan indicar la presencia de una enfermedad subyacente. La consulta con un pediatra siempre brindará una evaluación adecuada y la orientación necesaria para asegurar el bienestar del bebé.
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